Ya hace algunos errores atrás
cuando apenas tenía 15 años de edad y una enorme ignorancia sobre lo que era el
amor conocí a Martín, el chico a mi parecer más atractivo de mi cuadra y por si
el físico no era suficiente, una vez que lo conocías era imposible no
enamorarte de él.
Yo nunca fui ni la chica más
alegre, ni la más inteligente y Dios sabe que tampoco era la más bonita pero
por alguna extraña razón él decidió fijarse en mí. Esta historia de amor empezó cuando llegué a
vivir a escasas dos cuadras de dónde vivía él, nos hicimos amigos y en unas
semanas sus constantes acompañamientos a la tienda, su sentido del humor y
encantadora forma de ser hicieron que perdiera la poca cordura que me quedaba. No
era ningún secreto que era un Don Juan a su corta edad, ni que tenía (al menos
en cuanto a reputación) por lo menos a 15 o 20 chicas babeando por él, lo cual
hizo que mi curiosidad por saber qué demonios había visto en mí, creciera más.
El chasco me lo llevé a la
segunda semana de novios cuando su madre llamó por teléfono a mi casa y después
de una larga conversación con la mía, le aseguró dos cosas: que Martín estaba
acostumbrado a tener muchas novias y que ella no quería tener ningún problema
con mi familia ni ser testigo mudo de cómo me rompía su hijo el corazón. Obviamente a mis 15 años, con toda la
estupidez e inmadurez encima y con la presión de haber sido la niña inteligente
de la familia y la hija prodigo, decidí terminar con él en el instante, era de
esperarse que él lo negara todo, pero lo que no esperaba ni me cruzó por la
cabeza, vino después. Fué a su casa más que enfurecido a hablar con su madre,
durante el resto del día no supe de él y pensé que así se quedaría pero estaba
muy equivocada. Al otro día me llamó por teléfono, reconoció que había tenido
mala reputación antes y que había cometido errores con otras niñas pero que
esta vez era diferente, yo siempre he sido de naturaleza desconfiada pero
reconozco que nunca en la vida he vuelto a ver ni a sentir tanta honestidad en
una persona y mucho menos en un niño de 15 años. Cuando se dio cuenta de que
había fracasado al tratar de convencerme me comunicó a su madre por teléfono,
la cual me dijo muy arrepentida y avergonzada que había platicado con él y que
ella se había equivocado al pensar que yo sería una de tantas pues según ella
jamás había visto a su hijo tan decidido y ni siquiera había hablado con el
respecto a alguna otra novia, por lo que estaba convencida de que él en
realidad estaba enamorado de mi (sus palabras). No supe qué más decir y terminé colgando, era
todo, era miedo y coraje con él y con su madre por hacerme pasar a mí y a mi
familia un mal rato. Pero a pesar de todo era pánico por ver en él el mismo
arrebato que yo sentía, la misma intensidad que yo mista trataba de negar.
Llamó demasiadas veces, una de tantas contesté y le dije que dejara de
molestar, irritado me contestó que no llamaba para molestarme, que quería
hablar con mi madre, casi infartada por su respuesta le pasé el teléfono a mi
mamá y después supe que él a su vez le comunicó a la suya, la cosa pasaba a
más, el no se iba a quedar tranquilo al menos hasta hacerle entender a mi madre
que todo había sido un malentendido, a ella si la convenció y la escuché dando
su permiso para que él y su madre fueran a casa a hablar conmigo para hacerme “entrar
en razón”, pero desgraciadamente yo ya había tomado una decisión, había decidido dejarle a la mente lo que era
del corazón y me mantuve firme en mi postura de no regresar con él, no me
importaron sus llamadas, las de su madre o las continuas sorpresas que me
llevaba al verlo aparecerse a todos lados a donde iba. Hoy, años, personas y
errores después me doy cuenta de lo que hice y de qué me llevó a hacerlo.
Me vi en él, los que se han
enamorado como yo saben perfectamente de lo que hablo, odiaba sentir tantas
cosas y tan profundas por él, era la sensación más horrible del mundo el verlo
y quedarme sin respiración, los nervios al verlo caminar hacia mí y la ansiedad
cuando no lo tenía cerca o estaba por verlo, me daba pánico saber que él las
sentía por mi también, lo vi y me reconocía a mi misma porque todo lo que él
hacía yo quería hacerlo y todo lo que él decía yo quería decirlo también. Tenía
15 años y lo único en lo que pensé era que no podía ser posible que me llegara
el verdadero amor a tan corta edad, no tenía idea de que quería en la vida pero
sabía que él lo era y no estaba lista para eso, cometí el error de razonar en
vez de sentir, traté de convencerme varias veces que fué la mejor decisión para
mi, porque en ese momento me era insoportable sentir todo lo que sentía cuando
estaba con él y sabía que me perdería a mí misma, no sabía lo que sé ahora, que
valen más dos segundos de absoluta felicidad y locura, que dos siglos de
tranquilidad y paz, fue una lucha constante entre mi corazón y la razón y pensé
que era el único modo de terminarla. Puse en perspectiva todo lo que tenía y
decidí que ese no era mi momento porque en ese momento tenía la seguridad de
que vendría otra oportunidad después, pero la vida y el corazón no funcionan de
la misma manera en que funcionan el resto de las cosas en el mundo, el
verdadero amor existe y solo es uno, así sea tu decisión aferrarte a él o dejarlo
pasar.
Hoy, años después de haber tomado esa desición y haber pensado con la cabeza y no con el corazón, reconozco que fué la más grande estupidez que he cometido en mi vida, y que la respuesta a la pregunta ¿Dónde está el verdadero amor? que le he hecho durante todos estos años a la vida, ahora la he conseguido y es: Era él y lo dejaste pasar.